¡Venid, amigos de antiguos combates!
¡Venid, pues, y contad esas raras leyendas que en Occthuqan aprendiste de labios mustios y medrosos!
¡No dudéis en cantar,
Pues la muerte muere con la melodía que entonan
los espectros!
¡Oh, estirpe del Averno!
Y ahora, mis camaradas, si queréis, descansad vuestros hombros,
Pues la tumba es lugar cálido para quienes vagaron exhaustos por yermos y lejanos poblados,
Buscando el fuego y la brisa,
El amor fugaz y el silbido de las espadas.
Lo sé, poco ya podéis hacer en esta hora.
¡Bebamos, entonces, el vino de Zaccrovia, manantial del guerrero,
Manjar que lleva a la paz eterna,
Pasaporte directo a la región donde no florecen los amaneceres,
Sino un eterno crepúsculo;
Que, por cierto, será, nuestra última batalla!
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